La última vez que Golden State Warriors jugó una final (ganó su tercer y último título) fue en 1975. Quedaban poco menos de 13 años para que naciera Stephen Curry.
Ahora los Warriors vuelven a la final, cuarenta años después. Un suceso generacional en la Bahía de San Francisco que colisiona con la quinta final seguida y la sexta en nueve años para LeBron James. Esas cuatro décadas suponen la mayor distancia que jamás ha unido dos finales disputadas por un equipo NBA y Cleveland lleva desde 1964 sin ser campeón en ninguno de los grandes deportes profesionales (ya se sabe: God hates Cleveland…). Así que gane quien gane será una gran historia. Vaya que sí: el Rey LeBron nació en Akron, igual que el príncipe Stephen Curry. David Blatt y Steve Kerr compartirán condición de entrenadores rookie en la NBA, algo que sólo había sucedido una vez antes en toda la historia de las Finales. El que gane será el primer técnico novato en ser campeón desde Pat Riley (1982, Lakers). Ningún jugador de los Warriors ha jugado una final de la NBA mientras que los Cavaliers cuentan con seis campeones: LeBron, Marion, Jones, Miller, Perkins y Haywood. Ambos equipos llegan con un balance conjunto en playoffs de 24-5, el mejor para dos finalistas desde el 22-4 que sumaban Bulls y Lakers antes de la final de 1991, aquella en la que Magic entregó el relevo a Jordan. LeBron llega tras casi ser el primero en promediar 30+10+10 en una eliminatoria (30,2 puntos, 11 rebotes y 9,2 asistencias en la barrida a los Hawks) y Curry lo hace como MVP, con 31,2 puntos de media en la serie ante los Rockets y con ya 73 triples, quince más del que hasta este año era récord en playoffs, de Reggie Miller. Y con opción de convertirse en el primer jugador de un Quinteto Ideal que derrota a sus cuatro compañeros de alineación en ruta hacia el título: primero Anthony Davis, luego Marc Gasol, ahora James Harden y por delante, LeBron James.
Comienza el próximo jueves 4 de junio, en el Oracle Arena de Oakland. Y será sencillamente extraordinario.